miércoles, 28 de agosto de 2013

Parfum de femme


Aquí, lloviendo sobre mojado y llorando sobre seco, todo terreno antes yermo se convierte en dulce vida, con el sabor de la tersa manzana algo ácida y el color de tus grises ojos.
Veteados de un amarillo enfermizo.
Son los rayos del sol que se ha escapado. Los llama silbando entre el arrastrar del vendaval y el tronar de los relámpagos. Y como apenas se le escucha, algunos se quedan desperdigados entre los nubarrones que se creen amenazadores y solo son el primer respiro del verano.

Y la manzana dulce y los ojos grises huelen a tierra mojada, como tu cuello cuando despiertas. 
Suena el tango de Gardel y sigue lloviendo.
Y los pájaros siguen mudos.
El sol ya reclutó a todo su rebaño y dejó paso a las estrellas. No se molestan en pelear con la masa gris para dejarse ver.
Y deja de llover y tus ojos grises se cierran y la manzana dulce sucumbe al último bocado.
Pero el ambiente y tu cuello siguen oliendo a tierra mojada.
Y sonrío. 


domingo, 11 de agosto de 2013

Estábamos tan de noche, tan sin luces.

Llevabas tanto tiempo estando de noche, que a veces incluso me parecía ver estrellas en tus ojos casi negros. Ese “casi” que no llegaba a la profunda negrura, tan característico de la noche, tan iluminado siempre por alguna luna, estrella o luciérnaga, pero que tanto pánico podía llegar a inspirar, sobre todo cuando era solo salvaguardado por algún resplandor pasajero que no albergaba intención de estacionar.

No sé qué pudo llegar a herirme más. De los dos estados de tus ojos, digo. Porque durante todo ese tiempo en que estuviste de noche, sabía que la luna que en tus ojos brillaba, cuando lo hacía, no era la mía. Pero no conseguir siquiera entrever la pequeña luz verdosa de las nocticulas era desalentador, o al menos para mí.

Quizá que los dos estuviéramos de noche era lo que nos resultaba incompatible. Más cuando siempre estuvimos acostumbrados a ser día y noche. Más, si cabe, cuando por aquel entonces la luna que escasos días asomaba a mis ojos, era la tuya.

Estábamos tan de noche, 
tan sin luces, 
tan absortos... 
Éramos tantas noches,
tantos sueños,
tan nosotros.