"Los abajo firmantes se comprometen de forma ineludible a respetar al otro, y por tanto, a ser respetados.
A guardar las distancias necesarias.
Asegurar las cortas y procurar desviar las largas.
A prohibir más de un encuentro pasional al mes.
Pasional no significa necesariamente carnal.
A esconder los días claros de las conveniencias y los oscuros de las canciones tristes.
A permitir que crujan las espaldas y los nudillos pero no que rueden las cabezas.
Y si ruedan, que no sangren ni ensucien en demasía, porque limpiar da mucha pereza y los ideales rotos tienen filos muy cortantes.
Los abajo firmantes, en una reiteración de su naturaleza, que se apaciguará sin someterse a la del otro, confirman que se quieren separar, pero no pueden, porque el magnetismo de la vida es así de caprichoso.
Firmado:
El Amor La Amistad"
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Rezaba así un acuerdo en los albores de la humanidad que no llegó a firmarse jamás porque después de todo, la vida es igual que su magnetismo: así de caprichosa.