domingo, 1 de septiembre de 2013

Sr.- Reivindicaciones de paz.

Qué puedes hacer, aparte de gritar y llorar. Maldecir y resignarte. Como acto último, más de salvación que de rebeldía, el suicidio. ¿No es así?
Qué puedes hacer. Nada. Ver como todo cae a tu alrededor. Literalmente.
Cuatro muros que pretenden amparar, proteger, son inútiles si lo que llega a tu hogar son bombas caídas del cielo.
Y el hogar no es ya una casa, es allí donde te sientes salvaguardado durante al menos unas horas.
Qué puedes hacer, si mueren tus hijos, si mueren tus padres, si las calles ya solo hablan para pedir socorro.
La única verdad que queda en tu nación son las risas de sus niños, cuando no lloran.
Ni jóvenes en las universidades. Ni mercado en la plaza de al lado. Ni relojes que marquen una hora que te resulte conveniente, porque la única hora que quieres ver llegar es la del final del dolor.
Cuán lejos quedará.
A cuánto horror tendrás que sobrevivir, hombre, mujer. Por qué te corresponde a ti sufrir una batalla que no es tuya.
Cuántas preguntas han pasado en dos años por tu cabeza. ¿Sigues teniendo cabeza? Yo me hubiera vuelto loca si hubiera sobrevivido.
Porque si en una guerra nadie gana, si solo hay muerte, dolor, oscuridad, destrucción, por qué quien puede sigue jugando. Creyéndoos soldaditos de metal. Reventándoos unas entrañas que no les pertenecen.