Hombre viejo, arrugado, que cargas a tus espaldas el peso inclemente de toda una vida.
Cotidiana y monótona, sin ningún hecho reseñable en un libro de historia, un best seller, una biografía llena de florituras, o un bestiario.
Pero no por eso menos extraordinaria.
Antes de que las Moiras se encaprichen con tu hilo y decidan cortarlo, te queda tiempo de unos cuantos amaneceres de otoño, un par de despertares de domingo al olor del café y la voz de tu anciana mujer, alguna siesta en la sobremesa, y el final de tu libro favorito al calor de la lumbre de tu hogar.
Hombre viejo, que has amado y has sido amado, tu fin no llega con tu muerte, sino con el fin de tu estirpe y el desvanecimiento de los recuerdos de tus allegados.
Hombre viejo, amigo, marido, padre y abuelo.
Tu fin no llega contigo.
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