martes, 14 de mayo de 2013

Arábigo.


El tañir de las campanas se tornó amargo en la joven tarde de julio, en la que el sol jugaba a quemar.
Descalza sobre los calientes baldosines rojos, tornó los ojos para aliviar el deslumbramiento, y cuando una ligera brisa cálida se levantó revolviendo su pelo, arreboló sus mejillas como si del beso más dulce se tratara, y sus entrañas se estremecieron ante el que se le antojó el tacto de unas ásperas manos que bien conocía.

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