Mis ríos, mis colinas, mi llanuras.
Ásperas, áridas, duras,
pero sutiles y sensibles.
En ellas me resarcía, y con ellas me buscabas.
Con ellas me quisiste.
Y más.
Tus nudillos, mis montañas, y observé cómo se derrumbaban
porque tú las tirabas abajo.
Sin consideración ni autocrítica.
Y lloré porque tus manos habían sido mis manos
y dejaron de serlo.
Y dejé de poder perderme en tus nudillos,
digo,
mis montañas,
porque se convirtieron,
digo,
las convertiste
en una amalgama de sangre.
Y yo no quería adentrarme ahí.
Y mis montañas,
digo,
tus nudillos...
dejaron simplemente de ser- montañas
(que recorrer).
de donde Martha te sale esta creatividad tan poética, regalame un poquito de tu inspiración.
ResponderEliminarpues de experiencias pasadas y conversaciones de madrugada, supongo, y mi amor incondicional a las manos y las metáforas :)
Eliminar