Mañanas en las que nada más despertar tu ausencia se cala en mis huesos y se niega a salir.
Mañanas en las que apenas recuerdo tu existencia.
Semanas que pasan rápidamente. La contradicción me saluda cada día, y cada día se queda a hacerme compañía. Para matarme y revivirme cada pocos minutos, para recordarme la presencia de su amigo dolor, de su hermana nostalgia.
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