martes, 14 de mayo de 2013

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-Eres tú, ¿verdad?
-Soy yo.
-¿Has venido a acabar conmigo?
-He venido a salvarte.
-Creí que no volvería a verte nunca.
-Sí, yo también creí eso.
-Pero...
-Aquí estamos- susurraron al unísono.
Y se fundieron en un beso, en un abrazo, en una danza infinita en medio de la oscuridad. En una batalla sangrienta, en un tapiz de doradas hojas secas, en los colores del ocaso mezclándose en el horizonte.
Ambas partes de su ser se reencontraron después de todo ese tiempo, de años, siglos, o eones, quién sabe, uno no tiene noción del tiempo cuando no es completamente él mismo.


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