martes, 14 de mayo de 2013

Blandura


Sólo se escuchaban los ruídos amortiguados y blandos de la ropa acariciando su piel y cayendo en el suelo tibio.
Los cojines rodando despacio sobre la colcha.
Su respiración, taimada, no encontraba obstáculo a su paso: la piel de sus manos y su nariz aún extrañaban la compañía que un día un amigo les brindó, pero no se permitió un solo minuto de tristeza y se zambulló desnuda entre las sábanas, en aquella fresca noche de principios de verano, abrazando con fuerza la almohada en aquel atisbo de soledad.

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